La memoria de quien fuera el primer senador socialista argentino permanece relegada en el olvido quizá, por su prematuro fallecimiento, a la edad de 44 años, en 1921, poco después de ser desaforado en el Senado de la Nación por su apoyo a la IIIa Internacional Comunista, actitud que poco antes también había rechazado el congreso de su partido reunido en la ciudad de Bahía Blanca. Durante su breve vida realizó una labor política, educativa e intelectual que, por cierto, merecería mayor reconocimiento de la sociedad argentina, particularmente en épocas de crisis cuando el futuro asoma incierto.
Humanista, político, legislador y orador notable del Valle Iberlucea careció del tiempo necesario para expresar con mayor amplitud su pensamiento en un libro orgánico destinado a este propósito, pero su actividad publica quedo diseminada en múltiples conferencias, proyectos parlamentarios, documentos jurídicos, ensayos y artículos periodísticos.
En su trayectoria se destaca por su condición de político revolucionario sin fisuras, correctamente ubicado en las condiciones objetivas en las cuales debió actuar para defender el interés social y económico del proletariado. Fue un hombre de acción, sin que esta circunstancia disminuya su notable labor como catedrático universitario, su actuación legislativa y su conocimiento jurídico, expuestos en un extenso número de proyectos de ley, en sus trabajos históricos y sus discursos parlamentarios preñados de ideas. En todas estas tareas se destaca su personalidad de gran humanista, lejos del intelectual refugiado en una torre de marfil.
Las críticas que recibió de aquellos que estudiaron posteriormente su accionar político olvidan las circunstancias de tiempo y lugar que le dieron origen, mientras otros en cambio elogiaron su desempeño partidario y sus ideas. Carlos Sánchez Viamonte (1892-1972) en el prologo al libro que reproduce los artículos y discursos mas significativos de su labor política entre 1917 y 1921, manifestó “es su vida un ejemplo inobjetable de sinceridad y dignidad, aún para aquellos que niegan acierto en su conducta ideológica”. (LRR 1934, 11). A pesar de las objeciones, todos, estuvieron de acuerdo en reconocer su indudable conocimiento de la teoría marxista y su defensa incondicional de los derechos de los trabajadores.
Benito Marianetti señaló, “Su trayectoria política fue la de una conciencia honrada” (Marianetti 1972) mientras Emilio J. Corbiére, enfatizó que “representó en el socialismo argentino a la corriente doctrinaria y política vinculada al marxismo.” (Corbiére 1987)
Emilio Frugoni, que estudió la historia y los fundamentos del socialismo desde sus primeras raíces, se refiere a la personalidad del Valle Iberlucea como una "vigorosa inteligencia y vasta ilustración", considerando que sus ideas representan "una adhesión casi absoluta al marxismo ortodoxo, y luego una afinidad de fondo con el comunismo soviético", opinión con la cual es difícil disentir a poco que se analice su accionar político e intelectual. (Frugoni 1947, II 291)
Mantuvo discrepancias con los compañeros de su partido, sin duda, por el detenido estudio que realizó de los trabajos de los luchadores por el socialismo a lo largo de todos los tiempos y, en particular de las obras relacionadas con el materialismo histórico.
Si bien es verdad que, en su momento atribuyó, importancia al medio geográfico y a la raza en el desarrollo social, tal como fue sostenido en su época por muchos pensadores, no es menos cierto que del Valle Iberlucea puso énfasis en la capacidad del trabajo para modificar las condiciones sociales del hombre, como se comprueba a lo largo de su historia, argumento que lo aleja de aquellos que pretenden observar en su pensamiento un determinismo económico estricto. En su artículo acerca de la industrialización en la Argentina se aparta de esa opinión al sostener que los obreros deben adquirir conciencia de su clase para poder avanzar en la transformación de la sociedad.
Cuando se encontró en minoría en el Congreso de Bahía Blanca con su propuesta de incorporación a la IIIa. Internacional, la posibilidad de su renuncia a su condición de afiliado al Partido Socialista, al cual había dedicado los mejores años de su juventud, probablemente no la concretó debido a su precario estado de salud, pese a ello luchó hasta el último minuto por las convicciones de toda su vida. En plena madurez, cuando no es utópico pensar que su labor política podía dar grandes frutos al país, el destino fue ingrato con su persona.
El análisis en detalle de su vivir comienza por ubicar la situación política del país de origen de sus padres, España, lugar donde nació. Luego su traslado a un espacio geográfico donde desarrolló parte de su niñez y sus estudios secundarios, para posteriormente dar a conocer su labor en la defensa de los derechos civiles y sindicales, su actividad periodística, sus escritos acerca de la historia argentina, su desempeño como legislador en el Senado de la Nación, en particular, sus importantes trabajos acerca de la teoría y la práctica del socialismo en su país de adopción al cual dedicó toda su energía.
Para mejor interpretar su pensamiento y su acción política y social es necesario explorar los escenarios de la época en la cuales vivió su padre, y los motivos que le llevaron a emigrar de España, que a su vez dejaron huella en su hijo. Andando los años, éste tenía un aspecto físico atractivo, pulcro, de frente amplia, largos bigotes según el estilo de la época, ojos oscuros de mirar firme. Ramón Columba, como taquígrafo del Congreso Nacional, elogió su voz "de timbre sonoro y dicción perfecta", lo cual le permitió ser un orador de mérito, en todas las tribunas y en la cátedra donde expuso su pensamiento con "verbo fino, elegante y sugestivo".
En una entrevista realizada por la revista Atlántida, el año de su deceso, el periodista señala que su presencia llama a evocar a los hombres que “honraron la tribuna, la cátedra y el libro” y “el espíritu austero de Joaquín Costa (1846-1911), el valiente de Aristóbulo del Valle (1845-1896), el magnifico de León Gambetta (1838-1882)”. (LRR 1934,145)
Enrique del Valle Iberlucea merece el respeto de las generaciones argentinas como ejemplo de una labor humanista y política, aunque es triste reconocer que hoy apenas se recuerda su extraordinaria labor para lograr suprimir la alienación del hombre en la sociedad capitalista.
El diario “La Nación” en su edición del día 31, día posterior a su deceso, comentó que su vida había sido la de “una batallador tenaz, ardiente”. Se había destacado como un “infatigable propagandista de su causa”, consecuente con principios que a veces divergían de la opinión predominante en el seno de su partido. Sus opiniones se habían radicalizado cobrando un contenido más revolucionario, llegando a cuestionar el sistema parlamentario.
La elogiosa nota del matutino porteño hacia notar que, aparte de su actuación partidista “era un estudiosos y un catedrático distinguido que ponía en las tareas de investigación y de la enseñanza un encomiable celo”. Por otra parte, destacaba la difusión que había realizado de los principios feministas con los cuales siempre había estado empeñado.