Las elecciones norteamericanas y su sistema electoral ¿son democráticos?
Es un lugar común suponer que la democracia norteamericana es un modelo ejemplar en cuanto a la elección de sus autoridades de gobierno, principalmente el presidente de la república, a través de del voto de sus ciudadanos. ¿Es ésto verdad?
Un reciente artículo editorial de la revista “The Economist” (18 de septiembre de 2004) parece demostrar todo lo contrario, poniendo en evidencia las incongruencias y los serios defectos del sistema electoral tal como se lo práctica en los distintos estados de la unión.
La revista señala que “la maquinaria de la democracia americana está crujiendo”. Veamos por qué.
En primer lugar las elecciones para presidente de la república se efectúan por el sistema de colegios electorales. Como consecuencia de la aplicación de éste sistema en las últimas elecciones presidenciales cuando fue elegido el señor G. Bush (h), éste recibió menos votos del total de los votantes norteamericanos que su oponente el señor Al Gore, sin embargo fue designado presidente al haber obtenido un mayor número de electores en el Colegio Electoral que reune a todos los estados.
Para evitar la repetición de este hecho varios estados, entre ellos el de Colorado, están considerando la posibilidad de asignar los votos emitidos por los ciudadanos en forma proporcional para lograr una representación equilibrada en el Colegio, de acuerdo con la voluntad de los sufragantes.
Otro defecto fundamental del sistema norteamericano que actualmente se aplica se refleja en el hecho que más de la mitad de la población habilitada para votar no se preocupa en asistir a las votaciones, fundamentalmente por suponer que su voto no tendrá ninguna influencia en la marcha del gobierno y por lo tanto no habrá cambios importantes en la situación económica y social.
Por otra parte muchas personas carecen del derecho al voto debido a las complicaciones burocráticas existentes para ser registradas como ciudadanos. En ciertos estados, además, esta prohibido el ejercicio del voto de por vida a las personas que hayan sido sometidas a juicio, aun después de ser juzgadas y cumplido su condena, lo cual constituye una evidente supresión de sus derechos como ciudadano.
En algunos estados se efectúan maniobras destinadas a manipular los resultados electorales mediante la división arbitraria de las zonas geográficas reagrupando ciertas zonas de acuerdo con las características sociales y económicas de los habitantes radicados en ellas en forma tal de disminuir la influencia de ciertos grupos opositores al gobierno de turno.
El uso de máquinas para votar que no entregan un recibo al elector es otra fuente de corrupción y deformación de los resultados de las votaciones. En un caso reciente, en el estado de Indiana, 5352 votantes produjeron 144.000 votos, en una elección donde se utilizaron ese tipo de máquinas.
Finalmente y quizá el aspecto más importante, es el financiamiento de las campañas electorales que constituye otra fuente de distorsión del sistema. Mientras en Europa, el estado contribuye con aportes para financiar a todos los partidos políticos y otorga espacios libres para la difusión de sus programas en las redes de televisión, en Norteamérica las fuentes de recursos provienen de los sectores privados, en particular, de las grandes corporaciones. En consecuencia, el poder de los sectores más poderosos económicos y el poder de los medios de comunicación ejercen una influencia desproporcionada sobre los ciudadanos en forma individual, que difícilmente pueden eludir está situación. Este proceder de los factores de poder de la sociedad norteamericana además, impide la formación de otros partidos políticos y conlleva a que dos únicos partidos se disputen los cargos de gobierno en el poder ejecutivo y legislativo.
Como se puede apreciar las supuestas bondades del sistema electoral norteamericano deja bastante que desear en cuanto a su eficacia para que la ciudadanía ejerza una verdadera democracia.
A pesar de los defectos del sistema electoral que se aplica en nuestro país en la última reforma constitucional se abolió el Colegio Electoral, fuente de numerosas burlas a la voluntad popular ejercida en las urnas, como intermediario en la designación de presidente de la república y éste es designado por el voto de todos los ciudadanos constituyendo las provincias un distrito electoral único. Esta forma de elección constituye un progreso en el sentido de otorgar mayor legitimidad al candidato electo.
Si bien los controles acerca de la financiación de los partidos políticos sigue constituyendo una asignatura pendiente, el estado argentino brinda apoyo financiero a los partidos políticos en proporción a los votos obtenidos en elecciones anteriores y se brinda, gratuitamente, espacios televisivos para la propaganda de los partidos que se encuentran debidamente inscriptos en la justicia electoral.
No obstante es sabido que las prácticas electoralistas argentinas siempre están teñidas de medidas de corrupción ejercidas por el poder de turno y muchas medidas adicionales deberían adoptarse para lograr un verdadero ejercicio de una democracia real en lugar de una mera democracia formal.
Esta breve comparación entre las prácticas norteamericanas y las argentinas (tan depreciadas) no agotan el tema pero tienden a poner al desnudo ciertos mitos que se manejan con total impunidad, es el caso de la declamada democracia estadounidense.
El escritor José Saramago en un reciente artículo publicado en “el Dipló” (agosto 2004) entre otros interesantes conceptos acerca de la democracia, escribía: “La pretendida democracia occidental ha entrado en una etapa de transformación retrógada que no puede detener, y cuyas consecuencias previsibles serán su propia negación.”
Se deben denunciar las prácticas corruptas que deforman el sistema democrático para lograr que el gobierno sea el gobierno del pueblo, por el pueblo y lo más importante a tener en cuenta, para el pueblo.
Septiembre 2004.
Es un lugar común suponer que la democracia norteamericana es un modelo ejemplar en cuanto a la elección de sus autoridades de gobierno, principalmente el presidente de la república, a través de del voto de sus ciudadanos. ¿Es ésto verdad?
Un reciente artículo editorial de la revista “The Economist” (18 de septiembre de 2004) parece demostrar todo lo contrario, poniendo en evidencia las incongruencias y los serios defectos del sistema electoral tal como se lo práctica en los distintos estados de la unión.
La revista señala que “la maquinaria de la democracia americana está crujiendo”. Veamos por qué.
En primer lugar las elecciones para presidente de la república se efectúan por el sistema de colegios electorales. Como consecuencia de la aplicación de éste sistema en las últimas elecciones presidenciales cuando fue elegido el señor G. Bush (h), éste recibió menos votos del total de los votantes norteamericanos que su oponente el señor Al Gore, sin embargo fue designado presidente al haber obtenido un mayor número de electores en el Colegio Electoral que reune a todos los estados.
Para evitar la repetición de este hecho varios estados, entre ellos el de Colorado, están considerando la posibilidad de asignar los votos emitidos por los ciudadanos en forma proporcional para lograr una representación equilibrada en el Colegio, de acuerdo con la voluntad de los sufragantes.
Otro defecto fundamental del sistema norteamericano que actualmente se aplica se refleja en el hecho que más de la mitad de la población habilitada para votar no se preocupa en asistir a las votaciones, fundamentalmente por suponer que su voto no tendrá ninguna influencia en la marcha del gobierno y por lo tanto no habrá cambios importantes en la situación económica y social.
Por otra parte muchas personas carecen del derecho al voto debido a las complicaciones burocráticas existentes para ser registradas como ciudadanos. En ciertos estados, además, esta prohibido el ejercicio del voto de por vida a las personas que hayan sido sometidas a juicio, aun después de ser juzgadas y cumplido su condena, lo cual constituye una evidente supresión de sus derechos como ciudadano.
En algunos estados se efectúan maniobras destinadas a manipular los resultados electorales mediante la división arbitraria de las zonas geográficas reagrupando ciertas zonas de acuerdo con las características sociales y económicas de los habitantes radicados en ellas en forma tal de disminuir la influencia de ciertos grupos opositores al gobierno de turno.
El uso de máquinas para votar que no entregan un recibo al elector es otra fuente de corrupción y deformación de los resultados de las votaciones. En un caso reciente, en el estado de Indiana, 5352 votantes produjeron 144.000 votos, en una elección donde se utilizaron ese tipo de máquinas.
Finalmente y quizá el aspecto más importante, es el financiamiento de las campañas electorales que constituye otra fuente de distorsión del sistema. Mientras en Europa, el estado contribuye con aportes para financiar a todos los partidos políticos y otorga espacios libres para la difusión de sus programas en las redes de televisión, en Norteamérica las fuentes de recursos provienen de los sectores privados, en particular, de las grandes corporaciones. En consecuencia, el poder de los sectores más poderosos económicos y el poder de los medios de comunicación ejercen una influencia desproporcionada sobre los ciudadanos en forma individual, que difícilmente pueden eludir está situación. Este proceder de los factores de poder de la sociedad norteamericana además, impide la formación de otros partidos políticos y conlleva a que dos únicos partidos se disputen los cargos de gobierno en el poder ejecutivo y legislativo.
Como se puede apreciar las supuestas bondades del sistema electoral norteamericano deja bastante que desear en cuanto a su eficacia para que la ciudadanía ejerza una verdadera democracia.
A pesar de los defectos del sistema electoral que se aplica en nuestro país en la última reforma constitucional se abolió el Colegio Electoral, fuente de numerosas burlas a la voluntad popular ejercida en las urnas, como intermediario en la designación de presidente de la república y éste es designado por el voto de todos los ciudadanos constituyendo las provincias un distrito electoral único. Esta forma de elección constituye un progreso en el sentido de otorgar mayor legitimidad al candidato electo.
Si bien los controles acerca de la financiación de los partidos políticos sigue constituyendo una asignatura pendiente, el estado argentino brinda apoyo financiero a los partidos políticos en proporción a los votos obtenidos en elecciones anteriores y se brinda, gratuitamente, espacios televisivos para la propaganda de los partidos que se encuentran debidamente inscriptos en la justicia electoral.
No obstante es sabido que las prácticas electoralistas argentinas siempre están teñidas de medidas de corrupción ejercidas por el poder de turno y muchas medidas adicionales deberían adoptarse para lograr un verdadero ejercicio de una democracia real en lugar de una mera democracia formal.
Esta breve comparación entre las prácticas norteamericanas y las argentinas (tan depreciadas) no agotan el tema pero tienden a poner al desnudo ciertos mitos que se manejan con total impunidad, es el caso de la declamada democracia estadounidense.
El escritor José Saramago en un reciente artículo publicado en “el Dipló” (agosto 2004) entre otros interesantes conceptos acerca de la democracia, escribía: “La pretendida democracia occidental ha entrado en una etapa de transformación retrógada que no puede detener, y cuyas consecuencias previsibles serán su propia negación.”
Se deben denunciar las prácticas corruptas que deforman el sistema democrático para lograr que el gobierno sea el gobierno del pueblo, por el pueblo y lo más importante a tener en cuenta, para el pueblo.
Septiembre 2004.
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