LA EVOLUCIÓN de la CIENCIA y la TÉCNICA en BUENOS AIRES (1776-1870).
Pretender definir que se entiende por ciencia y cuales los aspectos que abarca la tecnología, dos fases del conocimiento científico, como conceptos que se suelen considerar opuestos, es a toda luces imposible. En los hechos están indisolublemente unidos dialécticamente, es decir relacionados entre sí aun cuando avanzan a un ritmo diferente Se puede afirmar que ciencia y técnica son aspectos de la misma cosa. La ciencia y la técnica contienen el conocimiento de la naturaleza por el hombre a través de su labor social para satisfacer sus necesidades, con énfasis en la investigación científica (teoría) en algunos casos y en otros en las aplicaciones prácticas (tecnológicas).
De cualquier manera en la búsqueda de una formulación respecto de la ciencia se puede afirmar, con John Burnet, que una definición adecuada de la ciencia sería decir que consiste en pensar acerca del universo a la manera griega. Por su parte, Benjamín Farrington que estudió ese pensamiento, decía que éste era "un sistema de comportamiento por el cual el hombre adquiere el dominio de su medio ambiente".
En el Río de la Plata el desarrollo de la ciencia y la técnica está estrechamente vinculado a satisfacer necesidades de la sociedad tal como se observa al estudiar nuestra historia y se podrá apreciar en los párrafos siguientes.
Cuando España decidió la formación del virreinato del Río de la Plata en 1776, con el propósito de consolidar su dominio en la región, amenazada por una parte, por las presiones de la corona portuguesa siempre dispuesta a establecerse en la Banda Oriental y por las incursiones de las embarcaciones corsarias europeas, esta medida afianzó el desarrollo económico de la ciudad de Buenos Aires, la cual junto a la importancia política que le otorgaba la presencia de las autoridades virreinales vendría a originar en ella un desarrollo social y cultural que se pondría de manifiesto durante siglo XIX.
El Consulado de Buenos Aires cuya creación en 1794, respondía a la necesidad de otorgar un ámbito de opinión a los intereses mercantiles del virreinato, provocó a su vez en la sociedad porteña un movimiento intelectual preocupado por el adelanto de la enseñanza pública y la difusión de la ciencia y la técnica que tuvo su expresión concreta en la formación de la Academia de Geometría, Arquitectura y toda especie de Dibujo y la Academia de Náutica, ambas en 1799, creada está última con la expresa finalidad de preparar pilotos de navíos destinados al comercio. El promotor de ésta decisión fue Manuel Belgrano, entonces secretario del Consulado y redactor de las Memorias que dieron impulso a esas medidas.
Otra evidencia de las nuevas tendencias se vio reflejada en la publicación del periódico Telégrafo Mercantil, rural, político-económico e historiográfico del Río de la Plata (1801-1802) dirigido por el español, abogado y coronel don Francisco Antonio Cabello y Mesa, junto con la formación de la Sociedad Patriótica Literaria. A éste le siguió el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio (1802-1807) fundado por Juan Hipólito Vieytes (1762-1815).
En ambos periódicos contribuirían con sus escritos la mayor parte de los hombres que tendrían particular intervención en los sucesos militares y políticos que conmoverían la ciudad porteña como consecuencia de la invasión británica y los posteriores cambios en el gobierno del virreinato. En sus páginas se publicaron artículos del renombrado naturalista Tadeo Haenke (1761-1817) que, radicado finalmente en Cochabamba, realizó innumerables estudios botánicos y exploraciones en el Alto Perú; mientras de otros autores se recopilaron datos meteorológicos, comentarios e informaciones acerca de la agricultura, el comercio y la industria del virreinato que indicaban el interés existente en los porteños por el conocimiento de estos temas.
Los sucesos políticos desencadenados en Europa por la Revolución Francesa con la consiguiente expansión militar conducida por Napoleón tendrían repercusiones insospechadas en el desenvolvimiento de la América española. La invasión extranjera de Buenos Aires por los británicos, la posterior rebelión de los criollos contra el gobierno colonial español, seguida de la lucha armada por la independencia frustraron durante la primera década del siglo XIX casi todas las posibilidades de actividades ajenas a las graves preocupaciones políticas y militares. Sin embargo, como se vera a continuación una excepción la constituyó la creación de establecimientos dedicados a los estudios de las matemáticas.
Manuel Belgrano, siempre fiel a sus ideales de luchar por la independencia, producidos los sucesos de Mayo de 1810, vuelve a insistir en la necesidad de establecer el estudio de las matemáticas que ya había promovido desde su cargo de secretario del Consulado, esta vez con la finalidad de formar oficiales militares con adecuada preparación para un desempeño eficiente en el ejército patriota en su lucha contra los ejércitos españoles.
Esta Escuela de Matemáticas del Estado, funcionó durante dos años y fue reemplazada por la del Consulado, dirigidas respectivamente por Manuel Santos Herrera y José María de Lanz. Esta última fue fusionada con la que había fundado Felipe Senillosa con el apoyo del Directorio, poco tiempo después de su arribo a Buenos Aires.
Finalizada la lucha de la independencia en el territorio argentino otros requerimientos de la sociedad fueron el origen de nuevas instituciones destinadas a resolver problemas concretos, uno de ellos la educación universitaria.
En 1821 se concretó la fundación de la Universidad de Buenos Aires con la designación de Antonio Sáenz, como rector y a la cual se incorporó la escuela dirigida por Senillosa, con la creación del Departamento de Ciencias Exactas. En éste, entre otros, se desempeñaron el profesor Pedro Carta Molino, procedente de Turín; el científico Octavio Mossotti que dictó cursos de física experimental y realizó observaciones meteorológicas y astronómicas; Manuel Moreno que dictó cursos de química y el primer profesor de matemática porteño Avelino Díaz, alumno de Senillosa, quien tenía a su cargo la dirección del departamento.
En la misma época el gobierno bonaerense crea el Departamento Topográfico, que lejos de responder a causas fortuitas o circunstanciales, tuvo su origen en la necesidad de resolver los diversos problemas que se habían acumulado y agravado en la delimitación de los límites de las propiedades y, para llevar "la tranquilidad y buena armonía entre vecinos, principalmente entre los hacendados y propietarios de tierras" según decía la Comisión encargada de formular las tareas del nuevo organismo.
Para integrar ese Departamento fueron designados Vicente López, Senillosa, Avelino Díaz, Martiniano Chilavert, alumno de la escuela de matemáticas. Más tarde se desempeñaron en ese departamento otros graduados: Agustín Ibañez de Luca, Mariano Moreno (h), Manuel Eguía, Juan María Gutiérrez, Saturnino Salas y Tomás Arias, que habían recibido el título de agrimensores.
La iniciativa privada de Vicente López, preocupado siempre por la ciencia, Felipe Senillosa y otros estudiosos preocupados por estas disciplinas, condujo a la formación de la Sociedad de Ciencias Físicas y Matemáticas, en 1822, a la cual pertenecieron además de los nombrados, Avelino Díaz, Manuel Herrera, Guillermo Lacour, Carlos Francisco Lozier, Esteban de Luca, Manuel Moreno, Bartolomé Muñoz, Juan María Reyes y Santiago Wilde.
Otros organismos requeridos por la sociedad fueron creados durante el lapso, 1810 y 1830, el Departamento de Ingenieros y el de Hidráulica y la Comisión de Caminos. El primero tendría a su cargo las construcciones civiles dependientes del gobierno, el segundo, por misión el proyecto de construcción del puerto de Buenos Aires entre otras obras fluviales y el último debía mantener y trazar nuevas rutas de comunicación terrestre. En estos organismos se desempeñaron profesionales extranjeros como el ingeniero británico Santiago Bevans, que procuró abastecer de agua a la ciudad mediante una perforación subterránea y cuya hija casó luego con Carlos Pellegrini.
El interés por los estudios de carácter científicos se fue perdiendo hacia fines de la década de los años 20, pocos eran los alumnos que veían posibilidades económicas en ellos, fundamentalmente por la preponderancia adquirida por el desarrollo de las actividades comerciales y las producciones pecuaria y saladeril, que alcanzaron un importante incremento en todo el país.
Hay que esperar a derrota de Rosas en la batalla de Caseros para que al regreso de algunos exiliados, como Juan María Gutiérrez, se adopten medidas tendientes a revertir la situación de estancamiento existente en el estudio de la ciencia y la técnica. Como ministro de gobierno, en 1852, debido a su iniciativa, se dispuso la creación de un Consejo de Obras Públicas, destinado al estudio de proyectos relativos a obras y trabajos públicos, tales como caminos, canales, muelles, puertos, refacción y construcción de edificios del Estado. Al mismo tiempo aconsejaba al hijo de un amigo estudiar "la carrera de ingeniero" , mientras en la Revista del Plata se refería a la necesidad de adelantar la industria nacional aprovechando las abundantes materias primas existentes en el país, la lana para los textiles, los cueros para zapatos y así siguiendo.
Durante la presidencia de Justo José de Urquiza (1854-1860) se recurrió a personalidades extranjeras para impulsar los estudios científicos, así se decide la creación del Museo de la Confederación, a cargo de Alfredo M. du Graty, que reúne piezas paleontológicas extraídas del río Paraná y colecciones de mineralogía y botánica. Martín de Moussy, naturalista y geógrafo redacta una obra titulada Descripción geográfica y estadística de la Confederación Argentina, destinada a brindar una descripción científica del suelo argentino, costeada por el gobierno.
Durante la presidencia de Bartolomé Mitre (1859-1884), en 1865, su ministro de gobierno Domingo F. Sarmiento (1811-1888) invita a German Burmeister a dirigir un Museo Público de Ciencias Naturales, mientras simultáneamente Gutiérrez pide su apoyo para la creación de la Sociedad Paleontológica destinada al estudio de los fósiles bonaerenses.
En ese año, se restablece en la universidad, de la cual era rector Gutiérrez, el Departamento de Ciencias Exactas, comprendiendo la enseñanza de las Matemáticas puras y aplicadas y de la Historia natural y a la cual se incorporan el profesor Bernardino Speluzzi de la Universidad de Pavía, el ingeniero Emilio Rossetti, de Turín y el profesor Pellegrino Ströbel,de la Universidad de Parma, conocedores de prácticamente todas las ciencias físicas y naturales. Éste último residió poco tiempo en el país y fue sustituido por el doctor Juan Remorino, quien tomaría a su cargo la enseñanza especial de la Geología, con proyecciones a la Mineralogía, explotación de los metales y clasificación de los terrenos.
La provincia de Córdoba fue el escenario de otros acontecimientos importantes relacionados con la ciencia, pues en esos años se efectuó la creación del Observatorio Astronómico, dirigido por Benjamín A. Gould y el dictado de cursos de ciencias exactas y naturales en la antigua universidad cordobesa a cargo de varios profesores europeos.
La elección de Sarmiento para ejercer el cargo de presidente de la República significará un notable impulso al desarrollo de las producciones agrícolas e industriales. Los viajes del sanjuanino por los países europeos y el desempeño de la embajada argentina en los Estados Unidos de Norteamérica le habían permitido comprobar los adelantos de la ciencia y la tecnología y los beneficios que de ellas se obtenían para lograr mejores condiciones de vida para el hombre.
La revolución industrial consecuencia de la aplicación de la energía que se obtenía mediante la máquina a vapor, a la producción de bienes y en las comunicaciones terrestres y marítimas, debían contribuir a la transformación de las materias primas que abundaban en nuestro suelo, y consecuentemente al desarrollo de la agricultura y la manufactura. Si bien la primera máquina a vapor instalada en nuestro país había tenido lugar en 1847 para la molienda de harina y el bombeo de agua en las cercanías de la Plaza de Mayo y el primer ferrocarril se echó a rodar en 1857 era necesario aplicar las nuevas tecnologías al adelanto e incremento de la riqueza económica.
Producto de esa idea surge la iniciativa de Sarmiento de realizar la Exposición de los Productos del Suelo é Industria Argentina que abre sus puertas en Córdoba el año 1871, buscando concretar dos fines específicos, uno introducir maquinaría moderna para el cultivo, siembra y recolección en el agro y otro alentar la manufactura de los productos primarios.
La revolución industrial que tuvo su origen en la invención de la máquina a vapor, en 1712, por Thomas Newcomen (1664-1729), continuó con la construcción del motor y el generador eléctrico por Werner Siemens (1816-1892), a un ritmo creciente y prosigue en nuestros días, como consecuencia del desarrollo de la electrónica y la micro-electricidad. Estos avances han contribuido a un mundo globalizado y a la conquista del espacio más allá de los límites terrestres.
El desarrollo tecnológico está estrechamente vinculado a la disponibilidad de la energía producida mediante el uso del carbón y el petróleo, como ha ocurrido durante el pasado siglo, sin duda, en el presente, el próximo paso será recurrir a fuentes renovables como el viento y la luz solar.
La evolución histórica del estudio de la ciencia y la aplicación de la técnica, muestra como éstas contribuyen a incrementar la riqueza económica de un país y a obtener un mejor nivel de vida al conjunto de la sociedad.
J.C.Nicolau
Octubre 2006.
Pretender definir que se entiende por ciencia y cuales los aspectos que abarca la tecnología, dos fases del conocimiento científico, como conceptos que se suelen considerar opuestos, es a toda luces imposible. En los hechos están indisolublemente unidos dialécticamente, es decir relacionados entre sí aun cuando avanzan a un ritmo diferente Se puede afirmar que ciencia y técnica son aspectos de la misma cosa. La ciencia y la técnica contienen el conocimiento de la naturaleza por el hombre a través de su labor social para satisfacer sus necesidades, con énfasis en la investigación científica (teoría) en algunos casos y en otros en las aplicaciones prácticas (tecnológicas).
De cualquier manera en la búsqueda de una formulación respecto de la ciencia se puede afirmar, con John Burnet, que una definición adecuada de la ciencia sería decir que consiste en pensar acerca del universo a la manera griega. Por su parte, Benjamín Farrington que estudió ese pensamiento, decía que éste era "un sistema de comportamiento por el cual el hombre adquiere el dominio de su medio ambiente".
En el Río de la Plata el desarrollo de la ciencia y la técnica está estrechamente vinculado a satisfacer necesidades de la sociedad tal como se observa al estudiar nuestra historia y se podrá apreciar en los párrafos siguientes.
Cuando España decidió la formación del virreinato del Río de la Plata en 1776, con el propósito de consolidar su dominio en la región, amenazada por una parte, por las presiones de la corona portuguesa siempre dispuesta a establecerse en la Banda Oriental y por las incursiones de las embarcaciones corsarias europeas, esta medida afianzó el desarrollo económico de la ciudad de Buenos Aires, la cual junto a la importancia política que le otorgaba la presencia de las autoridades virreinales vendría a originar en ella un desarrollo social y cultural que se pondría de manifiesto durante siglo XIX.
El Consulado de Buenos Aires cuya creación en 1794, respondía a la necesidad de otorgar un ámbito de opinión a los intereses mercantiles del virreinato, provocó a su vez en la sociedad porteña un movimiento intelectual preocupado por el adelanto de la enseñanza pública y la difusión de la ciencia y la técnica que tuvo su expresión concreta en la formación de la Academia de Geometría, Arquitectura y toda especie de Dibujo y la Academia de Náutica, ambas en 1799, creada está última con la expresa finalidad de preparar pilotos de navíos destinados al comercio. El promotor de ésta decisión fue Manuel Belgrano, entonces secretario del Consulado y redactor de las Memorias que dieron impulso a esas medidas.
Otra evidencia de las nuevas tendencias se vio reflejada en la publicación del periódico Telégrafo Mercantil, rural, político-económico e historiográfico del Río de la Plata (1801-1802) dirigido por el español, abogado y coronel don Francisco Antonio Cabello y Mesa, junto con la formación de la Sociedad Patriótica Literaria. A éste le siguió el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio (1802-1807) fundado por Juan Hipólito Vieytes (1762-1815).
En ambos periódicos contribuirían con sus escritos la mayor parte de los hombres que tendrían particular intervención en los sucesos militares y políticos que conmoverían la ciudad porteña como consecuencia de la invasión británica y los posteriores cambios en el gobierno del virreinato. En sus páginas se publicaron artículos del renombrado naturalista Tadeo Haenke (1761-1817) que, radicado finalmente en Cochabamba, realizó innumerables estudios botánicos y exploraciones en el Alto Perú; mientras de otros autores se recopilaron datos meteorológicos, comentarios e informaciones acerca de la agricultura, el comercio y la industria del virreinato que indicaban el interés existente en los porteños por el conocimiento de estos temas.
Los sucesos políticos desencadenados en Europa por la Revolución Francesa con la consiguiente expansión militar conducida por Napoleón tendrían repercusiones insospechadas en el desenvolvimiento de la América española. La invasión extranjera de Buenos Aires por los británicos, la posterior rebelión de los criollos contra el gobierno colonial español, seguida de la lucha armada por la independencia frustraron durante la primera década del siglo XIX casi todas las posibilidades de actividades ajenas a las graves preocupaciones políticas y militares. Sin embargo, como se vera a continuación una excepción la constituyó la creación de establecimientos dedicados a los estudios de las matemáticas.
Manuel Belgrano, siempre fiel a sus ideales de luchar por la independencia, producidos los sucesos de Mayo de 1810, vuelve a insistir en la necesidad de establecer el estudio de las matemáticas que ya había promovido desde su cargo de secretario del Consulado, esta vez con la finalidad de formar oficiales militares con adecuada preparación para un desempeño eficiente en el ejército patriota en su lucha contra los ejércitos españoles.
Esta Escuela de Matemáticas del Estado, funcionó durante dos años y fue reemplazada por la del Consulado, dirigidas respectivamente por Manuel Santos Herrera y José María de Lanz. Esta última fue fusionada con la que había fundado Felipe Senillosa con el apoyo del Directorio, poco tiempo después de su arribo a Buenos Aires.
Finalizada la lucha de la independencia en el territorio argentino otros requerimientos de la sociedad fueron el origen de nuevas instituciones destinadas a resolver problemas concretos, uno de ellos la educación universitaria.
En 1821 se concretó la fundación de la Universidad de Buenos Aires con la designación de Antonio Sáenz, como rector y a la cual se incorporó la escuela dirigida por Senillosa, con la creación del Departamento de Ciencias Exactas. En éste, entre otros, se desempeñaron el profesor Pedro Carta Molino, procedente de Turín; el científico Octavio Mossotti que dictó cursos de física experimental y realizó observaciones meteorológicas y astronómicas; Manuel Moreno que dictó cursos de química y el primer profesor de matemática porteño Avelino Díaz, alumno de Senillosa, quien tenía a su cargo la dirección del departamento.
En la misma época el gobierno bonaerense crea el Departamento Topográfico, que lejos de responder a causas fortuitas o circunstanciales, tuvo su origen en la necesidad de resolver los diversos problemas que se habían acumulado y agravado en la delimitación de los límites de las propiedades y, para llevar "la tranquilidad y buena armonía entre vecinos, principalmente entre los hacendados y propietarios de tierras" según decía la Comisión encargada de formular las tareas del nuevo organismo.
Para integrar ese Departamento fueron designados Vicente López, Senillosa, Avelino Díaz, Martiniano Chilavert, alumno de la escuela de matemáticas. Más tarde se desempeñaron en ese departamento otros graduados: Agustín Ibañez de Luca, Mariano Moreno (h), Manuel Eguía, Juan María Gutiérrez, Saturnino Salas y Tomás Arias, que habían recibido el título de agrimensores.
La iniciativa privada de Vicente López, preocupado siempre por la ciencia, Felipe Senillosa y otros estudiosos preocupados por estas disciplinas, condujo a la formación de la Sociedad de Ciencias Físicas y Matemáticas, en 1822, a la cual pertenecieron además de los nombrados, Avelino Díaz, Manuel Herrera, Guillermo Lacour, Carlos Francisco Lozier, Esteban de Luca, Manuel Moreno, Bartolomé Muñoz, Juan María Reyes y Santiago Wilde.
Otros organismos requeridos por la sociedad fueron creados durante el lapso, 1810 y 1830, el Departamento de Ingenieros y el de Hidráulica y la Comisión de Caminos. El primero tendría a su cargo las construcciones civiles dependientes del gobierno, el segundo, por misión el proyecto de construcción del puerto de Buenos Aires entre otras obras fluviales y el último debía mantener y trazar nuevas rutas de comunicación terrestre. En estos organismos se desempeñaron profesionales extranjeros como el ingeniero británico Santiago Bevans, que procuró abastecer de agua a la ciudad mediante una perforación subterránea y cuya hija casó luego con Carlos Pellegrini.
El interés por los estudios de carácter científicos se fue perdiendo hacia fines de la década de los años 20, pocos eran los alumnos que veían posibilidades económicas en ellos, fundamentalmente por la preponderancia adquirida por el desarrollo de las actividades comerciales y las producciones pecuaria y saladeril, que alcanzaron un importante incremento en todo el país.
Hay que esperar a derrota de Rosas en la batalla de Caseros para que al regreso de algunos exiliados, como Juan María Gutiérrez, se adopten medidas tendientes a revertir la situación de estancamiento existente en el estudio de la ciencia y la técnica. Como ministro de gobierno, en 1852, debido a su iniciativa, se dispuso la creación de un Consejo de Obras Públicas, destinado al estudio de proyectos relativos a obras y trabajos públicos, tales como caminos, canales, muelles, puertos, refacción y construcción de edificios del Estado. Al mismo tiempo aconsejaba al hijo de un amigo estudiar "la carrera de ingeniero" , mientras en la Revista del Plata se refería a la necesidad de adelantar la industria nacional aprovechando las abundantes materias primas existentes en el país, la lana para los textiles, los cueros para zapatos y así siguiendo.
Durante la presidencia de Justo José de Urquiza (1854-1860) se recurrió a personalidades extranjeras para impulsar los estudios científicos, así se decide la creación del Museo de la Confederación, a cargo de Alfredo M. du Graty, que reúne piezas paleontológicas extraídas del río Paraná y colecciones de mineralogía y botánica. Martín de Moussy, naturalista y geógrafo redacta una obra titulada Descripción geográfica y estadística de la Confederación Argentina, destinada a brindar una descripción científica del suelo argentino, costeada por el gobierno.
Durante la presidencia de Bartolomé Mitre (1859-1884), en 1865, su ministro de gobierno Domingo F. Sarmiento (1811-1888) invita a German Burmeister a dirigir un Museo Público de Ciencias Naturales, mientras simultáneamente Gutiérrez pide su apoyo para la creación de la Sociedad Paleontológica destinada al estudio de los fósiles bonaerenses.
En ese año, se restablece en la universidad, de la cual era rector Gutiérrez, el Departamento de Ciencias Exactas, comprendiendo la enseñanza de las Matemáticas puras y aplicadas y de la Historia natural y a la cual se incorporan el profesor Bernardino Speluzzi de la Universidad de Pavía, el ingeniero Emilio Rossetti, de Turín y el profesor Pellegrino Ströbel,de la Universidad de Parma, conocedores de prácticamente todas las ciencias físicas y naturales. Éste último residió poco tiempo en el país y fue sustituido por el doctor Juan Remorino, quien tomaría a su cargo la enseñanza especial de la Geología, con proyecciones a la Mineralogía, explotación de los metales y clasificación de los terrenos.
La provincia de Córdoba fue el escenario de otros acontecimientos importantes relacionados con la ciencia, pues en esos años se efectuó la creación del Observatorio Astronómico, dirigido por Benjamín A. Gould y el dictado de cursos de ciencias exactas y naturales en la antigua universidad cordobesa a cargo de varios profesores europeos.
La elección de Sarmiento para ejercer el cargo de presidente de la República significará un notable impulso al desarrollo de las producciones agrícolas e industriales. Los viajes del sanjuanino por los países europeos y el desempeño de la embajada argentina en los Estados Unidos de Norteamérica le habían permitido comprobar los adelantos de la ciencia y la tecnología y los beneficios que de ellas se obtenían para lograr mejores condiciones de vida para el hombre.
La revolución industrial consecuencia de la aplicación de la energía que se obtenía mediante la máquina a vapor, a la producción de bienes y en las comunicaciones terrestres y marítimas, debían contribuir a la transformación de las materias primas que abundaban en nuestro suelo, y consecuentemente al desarrollo de la agricultura y la manufactura. Si bien la primera máquina a vapor instalada en nuestro país había tenido lugar en 1847 para la molienda de harina y el bombeo de agua en las cercanías de la Plaza de Mayo y el primer ferrocarril se echó a rodar en 1857 era necesario aplicar las nuevas tecnologías al adelanto e incremento de la riqueza económica.
Producto de esa idea surge la iniciativa de Sarmiento de realizar la Exposición de los Productos del Suelo é Industria Argentina que abre sus puertas en Córdoba el año 1871, buscando concretar dos fines específicos, uno introducir maquinaría moderna para el cultivo, siembra y recolección en el agro y otro alentar la manufactura de los productos primarios.
La revolución industrial que tuvo su origen en la invención de la máquina a vapor, en 1712, por Thomas Newcomen (1664-1729), continuó con la construcción del motor y el generador eléctrico por Werner Siemens (1816-1892), a un ritmo creciente y prosigue en nuestros días, como consecuencia del desarrollo de la electrónica y la micro-electricidad. Estos avances han contribuido a un mundo globalizado y a la conquista del espacio más allá de los límites terrestres.
El desarrollo tecnológico está estrechamente vinculado a la disponibilidad de la energía producida mediante el uso del carbón y el petróleo, como ha ocurrido durante el pasado siglo, sin duda, en el presente, el próximo paso será recurrir a fuentes renovables como el viento y la luz solar.
La evolución histórica del estudio de la ciencia y la aplicación de la técnica, muestra como éstas contribuyen a incrementar la riqueza económica de un país y a obtener un mejor nivel de vida al conjunto de la sociedad.
J.C.Nicolau
Octubre 2006.
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